lunes, 17 de mayo de 2010

PAINTBALL (2009)


El verano pasado se estrenó este título español con parte del reparto americano, con la sana intención de venderse al extranjero y hacer unos buenos números, gracias a su título y a la fiebre por el survival horror de entonces. Por desgracia, como ha ocurrido en la década anterior con los títulos de la Fantastic Factory en nuestro país, el filme pasó con más pena que gloria por la cartelera, a pesar de contar con un argumento interesante, que prometía violencia, acción y algo de terrorcico. Pero la desgana del público hacia Paintball ya se venía presagiando cuando veían el trailer y comprobaban que se trataba de una peli fabricada en casa: las risas nerviosas y los comentarios jocosos no tardaban en aparecer. Es por eso que la cosa fue más bien un fracaso, a pesar del empeño del productor Julio Fernández, al que le salio mejor la jugada con Rec y secuela. Por culpa de esa injusticia, la peli se vendió mejor en Japón y Estados Unidos que aquí.

Pero cuando uno se pone delante de esta película y se espera lo peor, sale con una grata sensación, ya que esta película no es tan patética como cabría esperar. Es más, ofrece menos de hora y media de diversión sin descanso, como ocurriría en una sesión de paintball convencional. Al final te encuentras con un título que aporta poco al panorama del género internacional, pues bebe de referentes como Hostel y, sobre todo, de Desmembrados, con la que guarda muchos puntos en común, a excepción del humor de la cinta británica. Pero es un título muy ameno y entretenido, nada sonrojante.

El filme nos introduce en un profundo y peligroso bosque, donde dos grupos van a pasar unas jornadas de paintball, huyendo de la ciudad y el curre. Nosotros seguimos al equipo azul, formado por hombres y mujeres, cada uno con su función y su personalidad. Pero pronto descubren que sus atacantes no usan precisamente bolas de pintura para darles caza, sino munición real y unos métodos bastante bestiales. Poco a poco van cayendo como moscas, y su única salida es buscar unos maletines ocultos en sitios puntuales del terreno, donde hay guardados objetos que les pueden salvar la vida, como chalecos antibalas, linternas o armas de verdad. Pero resulta que una organización se encuentra detrás de todo el tinglado, para dar disfrute a unos cuantos ricachones que gustan de ver morir gente, con lo que su éxito es difícil, ya que el lugar está plagado de cámaras y su perseguidor, un militar con mala leche, tiene fácil seguir la pista de sus víctimas, que no son muy allá.

Las muertes están muy conseguidas, precisamente gracias al empleo de la cámara subjetiva del asesino, a través de su cámara de infrarrojos, con lo que la sangre aparece blanca. Por ello, los efectos especiales aportan mayor veracidad al conjunto y la amenaza se percibe como real, a pesar de quitarnos parte del misterio cuando se nos desvela que sólo hay un asesino, controlado por un grupo de gente.

El final no lo entiende ni el director, pero toda la cinta pasa con rapidez. Los críticos puristas le achacan el uso abusivo de la cámara en mano y de unos planos muy rápidos, donde a veces no sabes ni dónde estás, pero su finalidad es aportar un tono casi documental al filme, como si los protagonistas estuvieran siendo observados continuamente. Es una obra menor de nuestro cine de género, que merece la pena ser descubierto, sin prejuicios.

Y ya que estamos por aquí, os recomiendo que disfrutéis del capítulo piloto de una serie online que he hecho junto a mi productora Los Nuevos Vagos, titulada Brainstorming, para un concurso de la web Nikodemo. Hombre, y si nos votáis y comentáis vuestros pareceres, mejor aún. Y si los votos son de cinco estrellas, os invito a algo. ¡Gracias!

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