miércoles, 3 de marzo de 2010

DRACULA 2 ASCENSIÓN (2003)


En 2000, Patrick Lussier, pupilo del maestro del terror (no para mí) Wes Craven, que había trabajado en la edición de anteriores títulos suyos, como Un Vampiro Suelto en Brooklyn o Scream, recibió el encargo, por parte del tito Craven, de dirigir una nueva revisión del mito vampírico creado por Bram Stoker, ambientándolo en la actualidad y acercándolo al género de adolescentes masacrados, tan popular desde el éxito de la antes citada Scream, pero que estaba dando sus últimos coletazos. Así nació Dracula 2000. Todos pensaron que el tal Lussier era un enchufado de Wes, que en los créditos se limita a presentar la película (seguro que apenas se pasó por el rodaje, pero abrió bien la saca para llevarse sus beneficios), pero el director y guionista del cotarro demostró su buen hacer con la película, así como su amor hacia el género, del que había mamado siempre, tanto currando para el equipo de Craven como dirigiendo su ópera prima, Ángeles y Demonios 3. Si bien la película pasó sin pena ni gloria por nuestras carteleras (a lo cual contribuyó que aquí se estrenara un año después, recibiendo el título de Dracula 2001), Lussier se labró un buen nombre dentro del género que nos ocupa y fue demandado para trabajar en las dos secuelas de la película, que Craven también "produciría" por obligaciones contractuales.

La segunda parte de Dracula 2000, estrenada directamente en el mercado del vídeo, no llega a superar en calidad y hemoglobina a la primera, pero está casi a su altura, a pesar de sus enormes fallos de guión. Aquí, la primera aparición del monstruo no es tan espectacular, más bien es rutinaria y no te das cuenta hasta el final de que no es un vampiro más, sino EL VAMPIRO, aunque quizá el director pretendía crear ese efecto. Las motivaciones de los personajes para robar un cadáver de la morgue, que resulta ser un vampiro, no están muy claras y son sólo una excusa para que la trama avance. No obstante, hacia el último tramo de la película, todo se va aclarando y nos damos cuenta de que uno de los personajes ha manipulado al resto para hacerse con la suya. También es posible alterarse al ver los cambios de personalidad de algunos personajes a lo largo de todo el metraje, y lo mismo ocurre al ver que casi ninguno se asusta por la idea de estar enfrentándose a unos chupasangres muy peligrosos. Pero todo esto se ve compensado por el carismático personaje del cura matavampiros, que fue mordido por uno de ellos y es medio vampiro. El tipejo emplea todo tipo de armas para acabar con ellos, con el fin de llegar hasta Dracula y acabar con su maldición; porta desde una lanza con hacha incorporada, hasta agua bendita en una petaca y un látigo recubierto de pinchos. Es una especie de Blade sin piedad, que tiene al estamento eclesiástico en su contra por lo que hace, pero él continúa con su particular vendetta. Es él lo mejor de la película, junto a las peleas con las criaturas. En estas, los efectos digitales, aunque se notan, son bien chulos.

Por otro lado, las relaciones entre los jóvenes que custodian a Dracula son poco interesantes, aunque fundamentales para que todo avance, hasta llegar al épico final, con una pelea a muerte entre el cura y el vampiro. Un final que prometía secuela, y así fue. Aún no la he podido disfrutar, pero no tardaré, tras el buen sabor de boca que me ha dejado esta cinta, y así saber cómo se resuelve todo.

El director repite en la última entrega, por supuesto. Entre sus últimos títulos encontramos el remake de San Valentín Sangriento, en 3D, y sus futuros proyectos son Drive Angry y la tercera parte del remake de Halloween (Rob Zombie ha dejado ya la saga), también usando la tecnología de las tres dimensiones. Esperemos que algún día se dé cuenta de que el cine convencional sigue existiendo.

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