jueves, 19 de agosto de 2010

CENTURIÓN (2010)


Neil Marshall es uno de los mejores componentes del splat pack, formado por directores de cine de terror que no tienen reparos en mostrar sangre, violencia, desmembramientos humanos o escenas que helarían la sangre del más pintado. Entre ellos se encuentran los famosos Eli Roth y Alexandre Aja, que desde mediados de los años 2000, nos han brindado una buena cantidad de películas que pasarán a los anales de la Historia del cine por andarse sin contemplaciones, por no tener miedo en mostrar una decapitación o una tortura, pero también por saber crear historias interesantes y atmósferas inquietantes, demostrando su amor por el terror y por el cine en general, pese a que muchos critiquen la apología a la violencia en sus cintas.

El director que nos ocupa se hizo mundialmente conocido por la divertida Dog Soldiers (Neil Marshall, 2002), en la que un escuadrón de soldados en prácticas se adentra en un bosque poblado por temibles hombres lobo, que les darán caza sin cuartel, vísceras mediante. Posteriormente, Marshall nos regaló una de las mejores películas de terror de los últimos diez años, The Descent (Neil Marshall, 2005), donde la amenaza no se esconde en las criaturas que atacan a un grupo de espeleólogas, perdidas en el interior de una cueva, sino en ellas mismas, mostrando la verdadera naturaleza humana. Su siguiente proyecto fue esa locura de entretenimiento puro llamada Doomsday (Neil Marshall, 2008), que nos presenta una Escocia donde una plaga se ha extendido, matando a la mayor parte de la población; una suerte de batiburrillo que mezcla acción, terror, peleas en la Edad Media, persecuciones a lo Mad Max, tensión y humor negro. Ahora nos llega Centurión, un filme que no estará entre los más recordados del cine (los buenos aficionados seguro que lo recordarán pasados unos años), pero que supone una experiencia de acción y decapitaciones en la época del Imperio Romano, que merece pagar una entrada de cine.

La historia nos traslada al norte de Britania, una zona que no ha podido ser dominada por el vasto Imperio Romano, por culpa de los pictos, indígenas salvajes que combaten usando la técnica de las guerrillas, sin apenas dormir y dando caza a los romanos de cualquier manera, para expulsarles de sus territorios. En una de sus múltiples batallas, un Centurión es capturado, pero una avanzadilla de soldados de Roma logra salvar su vida, uniéndose entonces a la Novena Legión, cuyo general es respetado por su escuadrón. Todos se adentran en terreno picto, pero una emboscada deja numerosos muertos, un general capturado y una pequeña banda de soldados a la intemperie, en un lugar inhóspito, siendo perseguidos por los peligrosos pictos. Entre ellos está el Centurión, que intentará mantenerles con vida hasta llegar a algún lugar dominado por Roma. Pero la caza no tendrá fin.

Sin duda, estamos ante un filme que nos introduce en un momento histórico específico, pero que no se molesta en ser un filme histórico al uso, que nos enseñe cómo se vivía en aquella época o hasta dónde llegaba el Imperio de Roma. Más bien se trata de una película de acción violenta, de un slasher donde los adolescentes son los soldados romanos, y el psycho-killer, los pictos. Y en eso se basa; en una eterna persecución que te deja sin aliento, comandada por una picta muda, pero que resulta ser una experta cazadora y una gran luchadora. No obstante, los romanos están entrenados y no se dejarán coger tan fácilmente.

Son los momentos de acción los mejores de la obra, donde el director muestra su genial pulso narrativo y su conocimiento del género, pese a un guión sencillo, basado en el juego del ratón y el gato. Marshall salpica la pantalla de sangre en todo momento, y tenemos desde desmembramientos hasta lanzas que atraviesan cabezas. Todo realista, bruto y sin heroicidades. Es más, muchos de los personajes son deleznables, un recurso usado por el cineasta en casi toda su obra anterior.

Los actores están muy bien, sobre todo Michael Fassbender, el héroe de la función, y la guapa Olga Kurylenko, que nos presenta una villana de armas tomar, de la que es difícil escapar. El clímax final es potente, aunque menos de lo que esperábamos, pero aún queda un trágico final, que supone una buena conclusión.

En definitiva, un buen título de género con poderosas escenas de acción, sangre por doquier, unos personajes interesantes y una dirección frenética. Esperamos con ganas lo próximo del cineasta.

domingo, 15 de agosto de 2010

FLESHBURN (1984)


Calvin Duggai, un indio americano veterano de la Guerra de Vietnam, fue condenado a prisión hace años por abandonar a cinco soldados a su cargo en pleno desierto, los cuales murieron sin ayuda. Tras años en la cárcel, logra escapar, con el propósito de vengarse del grupo de cuatro psicólogos que le metieron entre rejas. De este modo, secuestra a los psiquiatras, y al igual que hizo con los soldados, les abandona en mitad del desierto, sin víveres y acechándoles en todo momento, para darles caza uno a uno.

Bochornosa película con aspecto de telefilme, que sólo tiene de bueno el título original, Fleshburn, ya que su nombre en castellano parece más bien un largometraje protagonizado por Steven Seagal. No obstante, se trata de una película de los creadores de la saga Yo soy la justicia (Death Wish, 1974), y se nota en el argumento, aunque la obra protagonizada por el mítico Charles Bronson fuera mucho más amena.

El villano de turno, interpretado por el actor especializado en películas de acción Sonny Landham, tiene los mejores momentos de la cinta, sobre todo cuando sale de la cárcel y comete su primer asesinato, o durante el asedio del grupo de especialistas. Apenas articula palabra, pero su presencia es fuerte y se trata de un personaje carismático, algo que ya quisieran para sí el resto de personajes, todos planos y aburridos. Landham es recordado fundamentalmente por ser uno de los soldados del grupo de Arnold Schwarzenegger en Depredador (Predator, John McTiernan, 1987), en concreto el indio que se atrevía a enfrentarse él solo con la criatura, y que no acababa muy bien parado, la verdad. Pues bien, en Objetivo venganza, consigue que le temamos y que sus víctimas sepan que no tienen escapatoria si luchan contra él.

Sin embargo, todo eso no quita que el filme sea aburridísimo, a pesar de durar 90 minutos exactos. Asistimos a la relación que une a los distintos psicólogos, pero ello sólo sirve para rellenar metraje, pues no tiene nada que ver con la trama y resulta de nulo interés. Una vez abandonados a su suerte en el desierto, deseamos que mueran pronto, pero lo peor es que la película es parca en asesinatos, ya que de todo el grupo, sólo uno muere. Para poder sobrevivir lo tienen crudo, pero el protagonista parece todo un boy-scout y al conocer técnicas básicas de supervivencia, consigue agua, alimento ¡e incluso botas hechas con piel de conejo! Mejor que El último superviviente (Man vs Wild, 2006). Eso sí, todo queda muy ridículo y superficial, y que ua filme se tenga que sustentar en ello, resulta penoso. Y es que apenas hay enfrentamientos contra el indio, salvo al final. Además, en una pelea que se resuelve fácilmente, sin dificultad para el bueno de la función.

De los otros personajes mejor no hablar, ya que nos intentan meter con calzador la ridícula conversión religiosa de uno de los psicólogos, cuya pierna está rota, así como el trío amoroso de los otros. Lo dicho, todo para rellenar y llegar al mínimo exigido.

En cuanto a los planos, el director abusa del plano general y fijo, signo del aburrimiento que le parecería dirigir aquel sinsentido. De ese modo, no se preocupa en hacer planos contraplanos o en mover la cámara. Y aguantar toda una película así, con diálogos sosos y con una realización planísima, no se puede. Por ello, como título de acción no funciona, ya que está carente de ritmo, pulso narrativo o suspense. Sabes que el malo está ahí, observándoles y esperando matar a sus presas, pero en ningún momento se percibe como un peligro increíble, a pesar de la fuerza del carisma del actor que lo interpreta. Vamos, que se tiran toda la película intentando sobrevivir, y lo más increíble es que lo logran, a pesar de estar varios días a la intemperie, en mitad de un desierto. Y en cuanto se ponen a caminar un poco, van y encuentran una carretera para escapar. Venga ya.

El título pasó con más pena que gloria por las carteleras, cosa que no es de extrañar ante una obra tan aburrida y lenta. No obstante, cuenta con algunos seguidores, que alaban su condición de filme de horror y acción diferente. Para mí, los momentos terroríficos son escasos, salvo por la omnipresencia de Duggai, pero es que un largometraje no se puede sustentar en ello. Un filme aburrido, hecho con desgana y que casi nadie recuerda, a pesar del boom actual de los ochenta. O sea, que de esta no se hace remake, seguro.

martes, 10 de agosto de 2010

PREDATORS (2010)


En 1987, John McTiernan, director especializado en el género de acción, reunió a un selecto grupo de héroes musculosos, entre los que se contaban Arnold Schwarzenegger, Carl Weathers, Jesse Ventura y Bill Duke, para crear una de las epopeyas de ciencia-ficción más terrorífica y popular jamás concebida: Depredador (Predator, John McTiernan, 1987), que comienza como una película de acción más, presentándonos a unos duros personajes que acaban casi sin sudar con una guerrilla entera, pero que se ven en inferioridad de condiciones al tener que enfrentarse contra una criatura alienígena que les va dando caza, coleccionando sus cabezas, como si fueran trofeos. La película resultó ser un tremendo éxito, incluyó al Depredador entre los más famosos monstruos del cine, y generó una secuela en 1992, así como todo tipo de merchandising (videojuegos, muñecos, crossovers…).

Más de 20 años después y sin contar con nadie del equipo original, al excéntrico Robert Rodriguez se le ocurrió continuar la historia de los Predators, después de dos crossovers cinematográficos, donde los monstruos cazadores luchan contra los Aliens. Para ello, escogió como director al prácticamente desconocido Nimród Antal, y como actor principal y machote del grupo, a Adrien Brody, quedándose Rodriguez con el departamento de producción, cuando él se suele encargar hasta del montaje de sus alocadas películas. Pese a que pueda aparentar lo contrario, la jugada no le ha salido nada mal, ya que estamos ante un filme que retoma bastante bien el espíritu de la cinta original, que resulta entretenida, y que rezuma tensión y buenas ideas.

Para empezar, hay que tener en cuenta que no se trata de un remake o un reboot, que tan de moda están ahora, sino de una secuela más, algo que ahora parece haber quedado relegado a las sagas literarias para adolescentes. Por tanto, estaríamos ante la tercera parte de la franquicia, sin contar las batallas en cine con los Aliens, cosa que se agradece, pues Rodriguez y su equipo habrían tenido muy difícil igualar la calidad de la obra protagonizada por el Gobernator. Para que quede claro, hay referencias en Predators a los sucesos acontecidos en el primer encuentro con los seres, y nos encontramos con algunos puntos novedosos que aportan frescura al producto, con el fin de que no sea una peli más del montón.

La acción ya no se desarrolla en una selva o en medio de la ciudad, sino que nos trasladamos al planeta originario de los Depredadores, a una especie de reserva de caza, de coto privado, donde los monstruos reúnen a presas de todas las especies, sobre todo a aquellos más peligrosos, con el único fin de darles caza y mejorar sus armas con cada nueva cacería. Todo comienza con la llegada de nuestros héroes, todos desconocidos entre sí, pertenecientes a distintos grupos militares o meros asesinos, al bosque desconocido. No saben qué hacen allí y apenas recuerdan nada de su captura, pero saben que están en territorio hostil y que algo les intenta cazar. Por tanto, aunque en principio no confían los unos en los otros, se ven obligados a unir sus fuerzas y su armamento para sobrevivir en ese inhóspito lugar.

Aunque Adrien Brody no parezca la elección más acertada para el duro protagonista de este título tan entretenido y refrescante, el actor demuestra sus habilidades interpretativas y nos ofrece un personaje que es un auténtico superviviente, un tío duro que no teme a nada, y lo consigue con creces. Lo cierto es que el resto de personajes también están bien definidos, y no sirven como simples presas, aunque sabemos que en algún momento serán asesinados. Mención aparte merece la estelar aparición de Laurence Fishburne, el único que ha sido capaz de matar a las criaturas y que las conoce al dedillo, lo cual le ha ocasionado algún problemilla mental; su personaje es un caramelo, un regalo.

Por otro lado, la dirección es correcta, no da respiro y nos mete en situaciones tensas, a pesar de no contar con el factor sorpresa, ya que conocemos de antemano a las criaturas y su modo de actuar; las luchas y escenas de acción tienen garra, eso seguro. Sin ser ninguna maravilla, el guión es correcto, y a pesar de contener algunos diálogos sonrojantes, crea una historia interesante y, en parte, original. Además, se nos presenta una raza de Depredadores superior, que incluso cazan a los que son más pequeños que ellos, resultando letales, y unos sabuesos que utilizan para cazar con más facilidad a sus víctimas.

Pese a sus defectos, Predators deja el listón muy alto para unas posibles secuelas, que esperemos tengan la calidad de ésta nueva propuesta. Quizá Robert Rodriguez no sea el mejor cineasta del mundo y muchas veces se le vaya la pinza, pero el tío respeta mucho a su público, crea productos entretenidos y no se rebaja a hacer remakes sin sustancia, como les ocurre a muchos otros directores. Aquí se nota el cariño hacia los filmes originales, y eso es algo de agradecer en los tiempos que corren.

lunes, 9 de agosto de 2010

EL OTRO (1972)


Dos gemelos muy distintos pero inseparables, pasan un verano durante los años 30 en la casa de campo de su abuela, de origen ruso, junto a otros familiares. El lugar es idílico, pero pronto comienza la tragedia y se suceden los extraños asesinatos. Todo está basado en la relación que mantienen los gemelos con su abuela, la cual les ha enseñado el poder de empatizar con cualquier persona, animal u objeto. Paulatinamente, las cosas empeoran, y la abuela es la única que conoce la verdad.

Imprescindible título de terror de comienzos de los 70, que nos muestra la cara más perversa de los niños, capaces de cometer las más terribles atrocidades sin percatarse de su culpa. Años antes del estreno de cintas tan conocidas como La Profecía (The Omen, Richard Donner, 1976) o ¿Quién puede matar a un niño? (Narciso Ibáñez Serrador, 1976), surgió esta pequeña gran película, que en sus pequeños detalles guarda la brillantez de una planificación milimétricamente estudiada, dejando pequeñas pistas que nos guían hasta un final épico, donde todo encaja a la perfección, conformando un título de género fantástico genial. A pesar de no ser tan popular como otras películas de similar temática, quizá debido a lo lenta que puede resultar en determinados tramos del metraje, alberga una gran fuerza en sus imágenes, limpias y que nos muestran la belleza y el secretismo de la América más profunda. La crítica la recibió con unánimes halagos en su época, y su director, Robert Mulligan, que no volvió a tocar el género que nos ocupa, ganó el premio a Mejor Director en el Festival de Sitges de 1972.


Y es que se nota su mano y su calidad dirigiendo, ya que ninguno de los actores está mal, y eso teniendo en cuenta que todo el peso de la trama recae sobre los niños, que resultan bien convincentes, a pesar de su corta edad. También hay que destacar el magnífico trabajo de Uta Hagen, que interpreta a la abuela de los críos y nos pone los sentimientos a flor de piel, sobre todo en el dramático final. La relación que mantiene con los niños es muy natural y te llegas a creer los lazos familiares que existen entre ellos. Por otro lado tenemos a la madre de los chicos, que debido a cierto suceso trágico del pasado, es incapaz de salir de la casa y se encuentra muy trastornada. Y como dato curioso, la breve aparición del actor John Ritter, recientemente desaparecido, en uno de sus primeros papeles.

La ambientación es completamente adecuada para la trama, en unos parajes campestres que envuelven a los personajes y los aíslan del mundanal ruido de la ciudad. Allí todo el mundo es feliz y carece de preocupaciones, pero un terrible secreto se esconde en el fondo del pozo de la familia protagonista. La planificación es impecable, lo que hace que en ciertos puntos la cosa parezca no avanzar, pero es ahí donde reside la fuerza del filme, que nos permite hilar todo hasta el terrible desenlace.

Hay que destacar el guión de Tom Tryon, que adapta su propia novela sin caer en los errores de otros autores, creando una atmósfera de incomprensión y desasosiego en el espectador, que asiste impasible a unos extraños asesinatos y a unos inexplicables acontecimientos, que conoces pronto pero sorprenden igual. Se nota la influencia de Alfred Hitchcock en este autor. En cuanto a la música, no abunda, pero cuando hace acto de aparición, te pone los pelos de gallina, reforzando las principales escenas.

Las muertes son brutales, como la del primo de los gemelos o la de la anciana y gruñona vecina, que no dejarán a nadie indiferente. Parece que nada ocurre en esa apacible comunidad, pero es que pocos quieren verlo.

En definitiva, un clásico de culto que merece más fama y que debe ser revisitado, en una época donde los thrillers sobrenaturales abundan, pero pocos son los que recuerdas al día siguiente. Este en concreto se te queda grabado, gracias al terror de unas situaciones que nadie puede controlar. Y es que el horror se halla donde menos te lo esperas, pues está en el interior de cada uno.

domingo, 8 de agosto de 2010

LA MÁSCARA DEL DEMONIO (1960)


En tiempos de la Inquisición, la princesa Asa es condenada a muerte por haber practicado brujería junto a su criado Javutich. A ambos se les colocan sendas máscaras con pinchos, y cuando van a ser quemados en la hoguera, una fuerte lluvia cae sobre el lugar, signo que es considerado como una maldición. Dos siglos después, por el mismo lugar viaja un carruaje con dos médicos que se dirigen a Moscú. Por error, uno de los doctores despierta de su eterno letargo a la princesa vampira, que vuelve para vengarse. Para ello, necesitará de la vitalidad de una joven pariente, que vive en su antiguo castillo.

Una de las primeras películas de terror dirigidas por el maestro Mario Bava, creador del subgénero giallo, que define un tipo de películas italianas de horror y suspense cargadas de violencia, asesinos brutales y gore a raudales. No obstante, La Máscara del Demonio no pertenece a dicha clase de filmes, que tiene en Bahía de sangre (A bay of blood, Mario Bava, 1971) su principal representante; sino más bien al cine vampírico, tan fructífero y beneficioso en aquellos años, gracias a la productora Hammer, fundamentalmente.

Pero a pesar de lo sugerente de su argumento, de la eficacia narrativa y visual de Bava (que le da mil vueltas a su retoño, el irregular Lamberto Bava) y de algunas imágenes poderosas, La Máscara del Demonio es una cinta de vampiros más, que no aporta nada novedoso al género y que resulta aburrida en numerosos tramos de la historia. Además, es un largometraje demasiado anclado en su época, razón por la cual peca de ingenuidad y cuenta con diversos fallos de realizador amateur, como planos exagerados, interpretaciones inverosímiles o diálogos que causan la risa floja entre el respetable.

Por otra parte, la relación amorosa del joven médico, que en dos segundos se enamora de la bella protagonista, resulta increíble y tópica, pues ya sabemos quién será el héroe de la función, mientras Barbara Steele sólo se dedica a poner cara de susto y a chillar como una descosida hasta provocar la sangría en el tímpano ajeno. Los juegos amorosos y las miradas entre ambos personajes parecen hechos de broma, de forma que su amor no puede ser tenido en consideración por el respetable.

No obstante, hay momentos logrados en el apartado visual, como toda la tortura del principio, que causa dolor con sólo mirarla. Promete, pero luego la cosa se vuelve muy convencional, con la típica historia de vampira-bruja que necesita la juventud a través de una zagala que pertenece a su familia. Por supuesto, su familia lo intenta impedir a toda costa, sin tener demasiado éxito. Para lograr su objetivo, contará con la ayuda de su criado, que protagoniza una penosa lucha contra el guapo y valiente protagonista, que ha estudiado Medicina, pero sabe bien de artes marciales.

El filme es considerado como un clásico indiscutible del género fantástico, pero
Bava tiene en su haber obras mucho mejores y más cuidadas, aunque aquí nos encontramos con una fotografía limpia y llena de sombras amenazadoras.
Mención aparte merece el personaje del cura que ayuda al protagonista, que oculta en todo momento lo que sabe del tema hasta que es demasiado tarde. Al final, una vez más, acaba triunfando la Inquisición.

Parece una película mucho más antigua de lo que es en realidad, sólo para interesados en la extensa obra de Mario Bava o para completistas del cine de chupasangres. Nada que ver con la saga Crepúsculo, por supuesto.