martes, 9 de febrero de 2010

CURSO 1984 (1982)


El profesor Norris llega a un instituto de Los Angeles con muy mala fama, con el encargo de sustituir al anterior maestro de música, que abandonó su cargo de la noche a la mañana. A pesar de ir con sus mejores intenciones, ya que tiene el propósito de montar una banda de música en el lugar, para competir en un concurso, además de ser un profesor interesado por sus alumnos (de los que ya no quedan, vamos), se las tendrá que ver con un grupo de punkis-nazis que le harán la vida imposible. Dicha banda de maleantes se dedica al tráfico de drogas, a la prostitución, pasan de ir a clase, pegan palizas a otros jóvenes y seguro que no se cepillan los dientes después de comer, de modo que el profesor se enfrentará a ellos, para que la policía deje de hacer oídos sordos y les meta definitivamente entre rejas, a pesar de ser menores de edad.

Aquí no vamos a encontrar ni un ápice de Sidney Poitier en Rebelión en las aulas, con un profesor ejemplar que se enfrenta al pasotismo y la rebelión de sus alumnos, empleando su intelecto y haciendo que se interesen por aprender. Ni falta que hace. Este pequeño clásico recordado por muchos como “la peli de los alumnos nazis que llevan la catástrofe a un colegio”, recurre al ojo por ojo, al famoso dicho de “la letra con sangre entra”. Y es que en los maravillosos 80, la violencia desmedida, incluso hacia chavales de 17 años, era lo que se llevaba. Y por eso echamos tanto de menos esa época.

La película comienza con un cartel indicativo de que los sucesos que muestra son totalmente verídicos, cosa que dudo bastante. Además, advierte de que en unos años, todos los institutos podrían ser como el que vemos en pantalla, con un director acojonado, agentes de seguridad en los pasillos, escáner a la entrada del edificio para comprobar si los alumnos llevan armas, coca en los baños o profesores que, ante el escaso interés prestado por sus alumnos, no intentan cambiar la penosa situación.

Sin embargo, a este lugar llegará un forastero con una barba muy bien perfilada: el profesor Norris, que nunca ha dado clase, pero que dará mucho que hablar en el Instituto Lincoln (quedaos con el nombre para no echar matrícula allí en los cursos venideros). Ya al llegar al lugar, el director (Mark Lester, especialista en clásicos de acción con mala leche, como Commando, con el gran Chuache) nos adereza los créditos con imágenes de pandilleros, palizas, graffitis con contenidos satánicos y parejas morreándose en plena calle, algo que fomenta la violencia en las aulas, claro está, adónde vamos a llegar con este panorama. Pero todo ello con una música muy ochentera de fondo, con lo que lo vemos con buenos ojos y descubrimos que el maestro cambiará esa situación. Llega al lugar con su coche, que tendrá un tremendo protagonismo, como os relataré a continuación.

Cuando Norris entra en la escuela, ve que los alumnos entran con navajas, pero un profesor (Roddy McDowall, el mítico cazavampiros de Noche de miedo y su secuela), le percata de la terrible situación del colegio, algo que cimentará una gran amistad entre ambos sujetos. El benévolo profesor, descubrirá como será el curso a partir de su primera clase, donde la panda de malotes, que hacen su saludo nazi al entrar Norris, pretenda boicotear su trabajo.

Sin embargo, tras expulsar a los villanos del aula (el jefe, un gordito, una muchacha de buen ver, el heroinómano y un chuletilla), conoce al resto de alumnos, todos muy majos y bien peinados, destacando un imberbe (como siempre) Michael Fox, que en esa época aún no había incluido la J. en su nombre y cuya mano funcionaba a pleno rendimiento. También se encontrará con una brillante alumna, que sabe dirigir orquestas, con lo que al día siguiente, todos tocan como si hubieran estado ensayando durante décadas.

Mientras tanto, los malosos de la función le roban el dinero de la merienda a un pijito, pegan un palizón a un nigger por traficar con droga sin su permiso y ganan una batalla con otra banda rival, sin recibir ni un solo golpe. Encima, le hacen una grosera pintada al coche del profe guay (primera escena protagonista del automóvil), y por la noche, van a su casa y le llenan su camisa nueva de sangre o algo parecido.

Al día siguiente, Norris descubre que el jefe de la banda es un hacha tocando el piano, por lo que piensa que el chico es un genio incomprendido (tema que no volverá a ser tratado el resto del filme). Pero menuda desilusión cuando se lo encuentre vendiendo droga en uno de los baños del insti, el lugar preferido por los traficantes, los fumetas y las parejas lascivas. Como consecuencia de vender coca a un alumno modelo, a pesar de las advertencias de Michael J. Fox, el consumidor se sube a lo alto de la bandera estadounidense del colegio, mientras canta el himno (¿crítica a los USA o simple casualidad?), cayendo al suelo y matándose posteriormente. Un rato después, el profesor Norris y Roddy McDowall, que imparte Biología, se van de cañas para olvidar el suceso. Pero en una apartada calle se encuentran con los nazis, ya que Los Angeles es un pañuelo, que van a pegar a J. Fox y su medio novia bollera. Por ello, McDowall recibe un navajazo en la mano y Norris, un puñetazo en toda la cabeza.

Entrada la noche, los maleantes se acercan a la casa del profesor y le queman el coche (segundo momento importante para el automóvil); es ahí cuando Norris les declara la guerra, mas la policía no puede hacer nada, por tratarse de menores de edad (aunque los mozos aparenten 30 tacos o más), y el director no le cree. Épica es la escena en que el jefe de los malos, con un apellido largo y extraño que no pienso buscar, empieza a darse golpes a sí mismo, cual Jim Carrey en Mentiroso compulsivo, contra un espejo, el lavabo y un dispensador de papel, para culpar a Norris de un palizón del quince.

Cuando el de Biología llegue a su laboratorio y vea que todos sus animales han sido asesinados por los nazis, iniciará una vendetta muy particular, que dejo que descubra y disfrute el espectador.

Pero cuando la peli aprieta de verdad es en sus últimos veinte minutos, en los que la esposa de Norris es violada y él tiene que buscarla entre los pasillos de la escuela, mientras se va enfrentando a los nazis, uno por uno, como si de un videojuego se tratara. Y claro, al final llega al monstruo o boss final, el nazi jefazo. ¿Conseguirá derrotarle y ver sana y salva a su mujer? ¿Logrará llegar a tiempo para dar el concierto con su orquesta? ¿Son buenos los chistes de J. Fox en la peli? Las respuestas, en el filme.

En definitiva, un clásico con muchas caras reconocibles (los típicos actores que te suenan de mil pelis, pero cuyos nombres nunca recuerdas), con una dirección convencional pero trepidante, momentos mágicos, una media hora final de infarto, un McDowall genial, diálogos estúpidos para rellenar y un halo ochentero (la música, la ropa, el doblaje tan característico de esos años…), que sirven para presagiar lo que ocurre actualmente en nuestros institutos. Vamos, que la culpa no es del botellón, los padres o el Tuenti, sino de Curso 1984, que por cierto, fue seguida de una secuela muy superior, Curso 1999, donde ahora los malos no son los alumnos, sino un grupo de profesores robots descontrolados.

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